sábado, 1 de noviembre de 2014

Festividad de Todos los Fieles Difuntos




Mª Stma de la Encarnación ya viste de luto por el mes de los difuntos
Estimados hermanos:

Este fin de semana comienza el mes de Noviembre, en el que recordamos de una manera especial a todas aquellas personas, familiares y amigos, que ya no se encuentran entre nosotros.

Y este Domingo, es el día que la Iglesia celebra la Festividad de los Fieles Difuntos. La Hermandad celebrará la Eucaristía por todos sus hermanos difuntos, especialmente por los fallecidos en este último año, el próximo día 21 a las 20,00 horas en San Miguel.

La semana anterior, el domingo día 16 de noviembre, efectuaremos peregrinación al Santuario de Ntra. Sra. de las Montañas  de Villamartin. Saldremos a las 9,00 horas de la mañana. A la llegada al Santuario asistiremos a la Eucaristía que se celebrará. A la finalización visitaremos el Santuario. Después tendremos el resto del día para seguir haciendo hermandad compartiendo la comida que cada uno aporte más un guiso que pone la Hermandad.
Aquellos interesados en participar pueden ponerse en contacto con  cualquier miembro de la Junta de Gobierno o bien en la Secretaria de la hermandad para su inscripción. El precio es de 8 euros por persona.

Os recordamos también que ya se encuentra en la Hermandad la LOTERIA DE NAVIDAD.


LA JUNTA DE GOBIERNO


Adjuntamos el Evangelio:

Evangelio
  
Evangelio según San Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús diciendo: Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes, y las revelaste a los pequeños. Si, Padre, pues así fue tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.

Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

Comentario

Con la celebración de Todos los santos acabamos de comenzar el mes de noviembre, la Iglesia nos introduce así en un tiempo en el que muchos cristianos rememoran a sus difuntos y con ellos las verdades que iluminan de modo esperanzado la perspectiva del fin de la existencia terrena de los seres humanos.

Este texto del Evangelio que hemos ofrecido es la primera opción que ofrece la Iglesia con motivo de la celebración del Día de los difuntos; no nos extrañe oír otros textos en la misa a la que asistamos. Todos nos van a conducir a reflexionar sobre los mismos argumentos.

Este evangelio nos ha recordado que los que confían en sus propias sabidurías –sabios y prudentes- les resulta muy difícil aceptar la revelación que Cristo nos ha traído. La visión de la fe va siempre unida a la humildad. Quien se considera poca cosa delante de Dios –los pequeños- si puede ver, los otros no perciben lo sobrenatural.

El Señor declara solemnemente: “Todo me ha sido entregado por mi Padre y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo”. Está afirmando su divinidad. Es el conocimiento de una persona lo que nos da idea de nuestra identidad con ella: “¿Qué hombre en efecto conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está en él?” (1 Cor 2, 11). El Hijo conoce al Padre con el mismo conocimiento con que el Padre conoce el Hijo. Esta identidad de conocimiento implica la unidad de naturaleza; es decir, Jesús es Dios como el Padre. En este Jesús hemos sido injertados en el bautismo y con él somos llamados a vivir la plenitud de la felicidad en la vida eterna.

El horizonte de la santidad a conseguir, esa meta que jamás debemos perder, es a lo que hemos sido llamados. Toda la vida humana, apoyada en la ayuda del Señor, estará orientada a ese fin: “Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. El yugo que no es suave, la carga que no es ligera es el que nosotros con nuestras debilidades y pecados nos construimos. Quien con sencillez y humildad se deja llevar por la acción de Dios en su vida encuentra el descanso en el Señor.

Así cada uno se prepara para los momentos últimos de su existencia terrena: las llamadas en el leguaje católico, las  postrimerías. Estas son la muerte, el juicio y el infierno o la gloria.

Todos hemos de pasar por la muerte como puerta del deseado encuentro con el Señor. La muerte será siempre un enigma misterioso, pero es la apertura a una vida plena de gloria o de fracaso. El Señor nos pide que nos mantengamos vigilantes pues en el momento en que menos se espera vendrá el Hijo del hombre, que espera ver nuestras manos llenas con los frutos del amor …

Por eso seremos juzgados por el Amor. Este Amor se traducirá en obras realizadas con la gracia de Dios en nuestra propia vida y en la de los demás. Prepara ese momento quien frecuentemente, incluso diariamente, considera cómo va su correspondencia a lo que Dios ha ido pidiéndole y, ante las negaciones, rectifica, lucha, se esfuerza para desagraviar y recomponer el camino de la santidad, es el examen de conciencia.

Todo eso lo viviremos de manos de la Virgen, nuestra Madre, que estará mostrando al Señor nuestras buenas obras.


Comentarios: Rvdo. Sr. D. Manuel Gordillo Cañas, Pbro. Párroco de la de San Roque de Sevilla


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