jueves, 25 de julio de 2013

El valor de las cosas bien hechas



Este pasado año, por algún motivo que desconozco, mis hermanos del Santo Crucifijo de la Salud me honraron con una emotiva invitación para asistir a la salida de la Cofradía de San Miguel desde el interior del templo.

Tengo que reconocer que la invitación me hizo especial ilusión. No sólo porque viviría uno de los momentos más emocionantes y bellos de la Semana Santa, sino porque además la Hermandad tuvo la gran generosidad y categoría de hacerla extensiva a mi mujer.

Lo que ambos vivimos aquella noche cuando el Hermano Mayor nos invitó a visitar el Sagrario y los momentos previos a la salida, forman parte ya de esas vivencias especiales que uno atesora a lo largo de su vida.

La Cofradía, tras siglos de historia, podría vivir de esa renta que deja el paso de los años y caer en una relajación de sus formas. Nada más lejos de la realidad. Toda la Hermandad y especialmente su Junta de Gobierno trabaja para que cada año sea mejor que el anterior.

Este afán de superación les hace grandes y sin lugar a dudas está en el ADN de sus hermanos. Cada elemento de su ceremonial tiene su explicación. Nada falta y nada sobra. Todo está encaminado hacia esa preparación espiritual de los hermanos para realizar la estación de penitencia.

Esta cuestión de preparar a los hermanos para la estación de penitencia, que a priori se da por supuesto, no es práctica muy extendida. En algunos casos la oración no está presente y en otros se encuentra reducida a la mínima expresión. Por eso, lo que los fieles contemplamos cuando vemos a la cofradía Sacramental del Santo Crucifijo de la Salud en la calle no es fruto del azar, ni de la suerte. Es el resultado de años y años de mejora continua, de horas y más horas de darle vueltas con el único objetivo de darle el mejor culto a Cristo y a María.

Si con presenciar la salida no tuve suficiente, este año mi Hermandad de la Defensión quiso participar en la procesión de Minerva. Y si antes hablábamos del prólogo de la salida de la madrugá, el de la procesión eucarística no se queda atrás. Eucaristía solemne y exposición del Santísimo en la custodia. Es en estos momentos cuando se hace realidad el “principio de noble sencillez”.

Que el ceremonial deba ser noble excluye tanto un modo de actuar improvisado y descuidado, como un ritualismo pretencioso y seguro de sí. La nobleza nos habla de un sentido de la elegancia y el esplendor que puede ser evidente lo mismo en una Misa solemne que en la más sencilla celebración. Nobleza es ofrecer lo mejor a Dios.

La procesión de Minerva es un ejemplo a seguir en cuanto a organización, sincronización y cumplimiento del ceremonial. Es un acto que demuestra la fortaleza de esta Hermandad señera que sólo quiere lo mejor para Cristo y para María.

Finalmente quisiera agradecer la gestión y el trabajo de la Junta de Gobierno.

Como dije anteriormente nada de esto es fruto de la casualidad, sino del trabajo diario de un grupo de hermanos. Agradezco muy de veras al Hermano Mayor, D. Luis Cruz de Sola, sus ánimos y sus consejos. Él también es un ejemplo de nobleza y en los tiempos que corren es una cuestión a destacar.


Abraham Hernández Parra

La foto es de la web www.reporterosjerez.com 

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