miércoles, 30 de junio de 2010

TIERRA SANTA, martes, 29 de junio, lago de Tiberiades



Hoy ha empezado nuestra peregrinación. Esta mañana, tras visitar la impresionante ciudad y fortaleza templaria de San Juan de Acre, nos dirigimos al lugar donde empezó todo, allá donde el ángel se presento a Maria, el lugar de la Encarnación del verbo, el titulo de nuestra Madre de San Miguel, el pueblo, pequeño, en el que vivió Jesús gran parte de su vida.

Hay momentos que, no sabes porque, tienen un significado especial que nos emociona y transmite unos sentimientos especiales y maravillosos. Hoy ha sido así.

Todo empezó con la casualidad de la llegada a la Basílica de la Virgen minutos antes de las doce. Las 86 personas que componemos la peregrinación nos ubicamos en el claustro situado junto a su puerta lateral, la puerta de la Virgen, coronada por una imagen moderna que representa a Maria con la edad en la que se produjo el milagro, 13 anos.

Las paredes del claustro repletas de teselas representando advocaciones de la Virgen de todos los lugares del mundo, con la mirada fija en la imagen de Maria niña, empezamos a rezar el ángelus y... repicaron las campanas. De manera maravillosa, de manera constante, con un sonido precioso, rezamos la oración de Maria y le cantamos la salve mientras repicaban a gloria las campanas de la basílica.

Y entramos... Por la puerta de la nave inferior nos fuimos acercando hacia el gran barandal que rodea la casa de la Virgen, la casa donde vivía, la casa que vio crecer a Jesús. Cantando a la Virgen, arrodillados ante su casa, sintiendo su presencia, notamos como Ella estaba allí, como nos guiaba a su casa, como nos cogía casi de la mano para hacernos vivir su presencia con intensidad.

Fueron momentos inenarrables, de emoción, de lagrimas apenas contenidas. Allí estuvimos no se cuanto tiempo hasta que los guías nos pidieron que fuéramos saliendo para ir a comer.

Pero las emociones del día no habían acabado allí, porque tras la comida, vuelta a la basílica de la Virgen, Eucaristía presidida por el padre Ramón Mera, absolutamente impresionante: silencio, emoción, comunión entre todos...

La Virgen estaba allí y a Ella pedimos por todos, por nuestros amigos, por nuestras familias, por nuestros hermanos, por Jerez, por todos.

Con un calor de más de cuarenta grados, cogimos al autobús que nos llevo hasta Canaán donde en la Iglesia, y en un acto sencillo y precioso, todos los matrimonios del grupo, más de treinta, renovamos nuestras promesas matrimoniales ante el Padre Felipe Ortuno. Ya nos hemos vuelto a casar.

Y... al hotel, que tenemos que ver el partido de España, y que nos toca de nuevo madrugar mañana porque ya a las ocho tenemos Misa en el monte de las Bienaventuranzas.

Espero que en días sucesivos pueda seguir escribiendo estos correos que solo pretenden acercaros a todo lo que estamos viviendo, y recordaros que aquí, a casi cuatro mil kilómetros de distancia, y en esta bendita tierra, os echamos mucho de menos y nos encantaría que pudiéramos vivir junto esta experiencia maravillosa.

Un abrazo a todos en nombre de quienes estamos por aquí, Luis

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