lunes, 17 de agosto de 2009

El 5% del Santo Crucifijo


Tiene un 95% de posibilidades de ser cáncer, de ser maligno. Lo siento. Las pruebas que le hemos realizado hasta ahora son así de claras, y aunque en breve le haremos una biopsia para saber con exactitud el alcance, no le podemos engañar. No le debemos engañar. Tiene un 95% de posibilidades.
Así de claro, así de duro debió ser. Y es real. Tan real como que ahora mismo lo estás leyendo. Ese fue el diagnóstico que le dieron hace pocos días a un buen hombre, devoto y hermano del Santo Crucifijo de la Salud. Después, la siempre complicada misión de comunicar a su gente la fatal noticia, el brutal desenlace. Mi esposa tiene cáncer. Es malo, no hay posibilidad de que sea bueno. La han analizado, y a falta de las últimas pruebas, no hay solución posible. Toca luchar, toca pelear. Pero no es posible, las posibilidades son mínimas...
Recuerdo cuando lo llamé. Hombre de verbo fácil y de voz profunda, así me comunicaba la noticia. Recuerdo, por encima de todo, su sorprendente pérdida de fe, su vencida voluntad de hierro. Recuerdo su olvido sobre la advocación del crucificado que cuelga de un retablo en San Miguel. Se llama de la Salud, y así se lo recordé. Le dije que fuera a verlo, que le pidiera con todas sus fuerzas lo que sólo El podía arreglar. Le dije que fuera, que El tenía en su mano ese 5% restante.
Ve tú, y pide por mí. Y sobre todo, pide por mi mujer. Esa fue su brutal respuesta. La que daría un hombre hundido, un hombre abatido por el peso de la noticia. Y así lo hice. Me planté delante de mi Cristo y le escupí en la cara la tristeza de un hombre bueno que creía en El, pese a su transitoria apatía. Le supliqué que le hiciera comprender que sí, que era posible salvarse. Le recé cuanto supe. Le recé con fe. Con toda la fe que tengo en mi Santo Crucifijo de la Salud, el que mejor paga...
Días después, recibí un correo de mi hermano mayor. Me decía que sorprendentemente, las pruebas habían salido satisfactorias, y que todo había sido un mal sueño. Saqué mi estampa de la cartera, la que siempre llevo conmigo, y sonreí. Un 5% nada más... Cuando lo llamé, mi amigo era un hombre nuevo, el mismo bromista de siempre, el mismo hombre cabal que nada más que sabía decir que era imposible, que no comprendía cómo había podido ser. Los médicos aún no se explican lo que ha pasado, cómo ha podido cambiar un diagnóstico tan claro en cuestión de días.
Le hice una pregunta a mi amigo. ¿Tú le has dicho a los médicos que eres del Santo Crucifijo de la Salud? ¿Tú le has dicho que le perteneces, que Él puede cambiarlo todo? ¿Le has enseñado a esos médicos incrédulos una foto de la cara de tu Cristo? No...
Pues le debes una. Le debes una grande al Crucifijo, porque te ha devuelto lo que pensaste perdido. Ve pronto y págale, le dije, porque nadie mejor que tú sabe ahora lo que ese Cristo es capaz de hacer. Lo imposible, lo impensable. Pídele perdón por no haber confiado en El, por no haber tenido fe.
Hazlo, que yo haré lo que le prometí a nuestro Cristo si salvaba a tu mujer. Cumple tu parte, porque tanto El como yo ya hemos cumplido la nuestra. El, salvarla. Yo, contarlo. Así que ve y dale gracias a Dios porque ese 5% cayó en manos del Santo Crucifijo de la Salud. De nuestro Santo Crucifijo...
(Artículo publicado por Pepe Vegazo en LA VOZ, el 16 de agosto de 2009. Foto: LA VOZ)